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Cuando mi amigo Armando Aranjuelo, pianista y amigo cariñosísimo, la trajo a Celia a escuchar mi show y luego me la presentó, sentí que estaba frente a un huracán de swing y vitalidad. Además de su porte de diosa indiferente al paso de los años, me impresionaron su cálida sencillez y el amor entrañable que se profesaban con Pedro, su marido adorado y director musical de su orquesta.

Algún tiempo después, en la fiesta de casamiento de un común amigo, nos trenzamos las dos en un dúo memorable. Yo estaba cantando “Nostalgias” con un ánimo definitivamente íntimo y sensual, así que cuando le pasé el micrófono a Celia para que cantara la segunda parte, los invitados casi pegaron un salto: su voz sonaba con la fuerza de diez trompetas!!!… Más tarde me comentó que su carrera se había iniciado siendo ella muy joven, al ganar un famoso concurso de cantantes de la radio cubana. “Fíjate tú, María – me dijo con su sonrisa gigante – gané cantando ‘Nostalgias’!”